domingo, 9 de octubre de 2011

A la sombra de los girasoles

Comencé a escribir mi novela, y llegó la inspiración, malos momentos y pocas ganas de sentir, es lo que despierta mis sentimientos de rabia, dolor y miedo...

Era un día gris, aunque el sol deslumbraba todo, yo estaba tirado en la cama, la falta de fiesta del día anterior no conseguía provocar en mi ni un pequeño estimulo de energía. El gato de Hector saltaba por mi cama, mientras jugaba con mi pie que se escapaba por debajo de la protección de la sabana, yo comenzaba a despertar sin ganas, el sol ya entraba en la habitación, o esa era la extraña sensación que me daba, Hector permanecía dormido en la cama de arriba, el pobrecito se había despertado a las 7 de la mañana para recogerme en mis más tristes momentos del día. Triste, con lagrimas en los ojos y algo confuso por la situación actual, había cogido el teléfono en un arrebato de descontrol y marqué su número en el móvil, despertándole de su sueño al pobre, el cual bajó hasta la puerta a recogerme y abrazarme, como pequeño intento de secar mis lagrimas y tras contarle mi historia, y jugar con su adorable gata, dormimos con la intención de llegar a un día mejor. Pero el día seguía siendo el mismo, apenas habían pasado escasamente tres horas, y los problemas que causaban mis lagrimas antes de dormir, seguían invadiendo la habitación, pero en esta ocasión no lloré, tragué saliva, cogí aliento y lo expulsé. Así empezaba el nuevo día, al igual que ayer pero numerado de distinta forma, con menos horas para volver a la rutina, con pocas fuerzas y aun menos ganas de empezar, con un dolor enorme en mi pecho, un nudo en mi garganta y un vacío en mi estomago, el cual parecía querer devorarse a si mismo, estaba hecho una mierda en general, me daba cuenta de que ese fin de semana había sido una perdida de tiempo, que carecía de sentido el haber bajado para pasarlo mal y que no tenía palabras para describir lo que me expresaba mi pobre alma, que según me contaba le decía su corazón. Era todo un asco, pero no había otro remedio que levantarse y afrontar el reto de este nuevo y maldito nuevo día. ¿Y que mejor que empezarlo bañando esos ojos que a la noche anterior no hacían más que llorar? Me levanté para ir al aseo y así poder mojarme la cara, necesitaba refrescarme, en busca de ideas nuevas con las que poder ver desde un punto de vista distinto todo aquello en estos momentos me afectaba, empujé la cama hacía un lado, porque bloqueaba la puerta y la abrí, dejando escapar a la gata que corría por el pasillo maullando sin cesar.


CONTINUARÁ

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