lunes, 10 de octubre de 2011

La sombra de los girasoles Parte II

Y mientras el gato marchaba a su antojo, yo entré en el baño, un baño reluciente y de buena olor, las cortinas paliaban la luz que entraba por la ventana, iluminándolo de forma que parecía ser un santuario santificador, pero mi triste cara despeinada frente al espejo, me recordaba que yo no estaba en el cielo, y que ni el maravilloso aroma que desprendía el jabón iban a conseguir limpiarme por dentro, ni borrar los demonios de mi mente que nuevamente atormentaban mi cabeza, machacando mi cuerpo a través de mi mente, clavando espinas infectadas de miedo en lo más profundo de mi corazón. Al estar frente al espejo escuché una voz cálida, pero a la vez siniestra, susurrándome palabras sin sentido y provocando un brillo en mis ojos que finalmente callearon en lagrimas que oscurecieron mi visión, y el espejo reflejó la ultima cosa que quería ver en esos momentos. La verdad, la duda, la realidad y el desconcierto, la imagen que vi en el espejo, era la imagen que siempre veía en él, la única diferencia con el resto de veces es que las lagrimas quemaban mi piel y mis ojos y el miedo oscurecia mi rostro, era mi imagen, pero en ese momento me despreciaba, odiaba la vida y mi situación, estaba cabreado, prometí que nunca me ocurriría, que no volvería a suceder, me engañé a mi mismo y rompí mi palabra de no volver a rendirme. todo se volvía en odio a mi alrededor, la rabia se apoderaba de mis puños y mis ojos cada vez lo veían todo más oscuro y borroso.
Pero entonces lo sentí, era su mano reposándose sobre mi hombro, sujetándome y agarrándome son suavidad, era Hector que había regresado para salvarme y recordándome, que por muy oscuro que fuese, él siempre me iba a ayudar.

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